Alphonse Ratisbonne and his encounter with the Virgin of the Miraculous Medal

Alphonse Ratisbonne y su encuentro con la Virgen de la Medalla Milagrosa

Alphonse Ratisbonne y su encuentro con la Virgen de la Medalla Milagrosa
Una conversión extraordinaria

 

18 de diciembre de 2024

Por: Olmes Madrigal Montoya

Entre los innumerables hechos extraordinarios y milagros realizados por intercesión de la Santísima Virgen María bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, la increíble conversión del judío Alfonso Ratisbona ha llegado a ser uno de los más famosos de la historia.

Alphonse Ratisbonne, judío de inmensa fortuna, abogado de profesión y banquero, nació el 1 de mayo de 1814 en Estrasburgo, ciudad situada al noreste de Francia. Miembro de una familia numerosa, fue el undécimo de trece hermanos, de los cuales su gran referente fue Théodore Ratisbonne, su hermano mayor.

A pesar de las raíces judías del joven Alphonse, decidió renunciar al ámbito religioso del judaísmo y se declaró ateo, “era hebreo sólo de nombre, porque ni siquiera creía en Dios” (Presencia, 2022), expresa en sus escritos. Este ateísmo va acompañado de una gran inclinación por los placeres y desórdenes mundanos, así como de una profunda aversión y odio al catolicismo. Esto último, debido a la conversión al cristianismo de su hermano mayor Teodoro, su gran referente, quien, además, con el tiempo es ordenado sacerdote y ejerce su ministerio en la misma ciudad donde se encontraba su familia; acontecimiento que la familia vio como una ofensa imperdonable y una deshonra total a su buen nombre y prestigio. El joven Alphonse expresa lo siguiente en una de sus cartas:

“Mi hermano Teodoro, en quien había puestas muchas esperanzas, se declaró cristiano; y poco después, a pesar de la desolación causada, fue más allá: fue ordenado sacerdote y ejerció su ministerio en la misma ciudad, ante la mirada desconsolada de la familia. Yo era joven; este comportamiento de mi hermano me repugnaba, y comencé a odiar su hábito y su persona. La conversión de mi hermano, que consideraba una inexplicable locura, me hizo creer en el fanatismo de los católicos y me horroricé ante ellos… Odiaba a un solo miembro de mi familia: mi hermano Teodoro… Su hábito me repelía, su presencia me molestaba, sus palabras, graves, excitaban mi ira.” (INFOVATICANA, 2017)

Sin embargo, a pesar de la vida licenciosa y mundana del joven Alfonso, a pesar de su ateísmo y total desprecio por el cristianismo, Dios tenía planes maravillosos para él, y como sucede en muchos casos, delega los procesos más difíciles de conversión en su Santísima Madre, quien muy bien sabe disponer con ternura y eficacia de los momentos y acontecimientos oportunos para doblegar los corazones y llevarlos a los pies de su amado Hijo.

Como parte de los designios divinos en los que la Santísima Virgen comenzó a mover los hilos de su intercesión para conducir a Alfonso a un encuentro personal con ella, el joven llega a Roma. Su llegada a la “ciudad eterna” es obra total de la Providencia. Alfonso pensaría que todo fue un error de cálculo y un descuido absoluto de su parte, pues en un viaje de descanso y placeres, estando en Nápoles, debía partir hacia Palermo, Roma no estaba en sus planes. Sin embargo, “ en lugar de ir a la sala de salidas para Palermo, adonde quería ir, me encontré en las oficinas de diligencias para Roma ” (Presencia, 2022), escribió. Así, el 6 de enero de 1842 llegó al lugar que Dios le tenía preparado, pero que no tenía dentro de su itinerario. Así, el nuevo plan de último momento era quedarse en Roma hasta el 20 de enero.

Dos días después de su llegada, mientras realizaba una excursión improvisada por los sitios turísticos de la ciudad, se cruzó repentinamente con un amigo de la infancia, Gustavo de Bussières, radicado en Roma. La alegría del encuentro fue evidente, y tras aceptar ir a la casa de su querido amigo a comer, el joven Alphonse se cruzó con su hermano, Theodore de Bussières, quien no sólo llevaba el mismo nombre que Theodore Ratisbonne, su hermano sacerdote, sino que también era amigo suyo, y, para colmo, también le compartía el hecho de ser converso al catolicismo, pero en este caso del protestantismo; coincidencias que le generaron cierta antipatía hacia el personaje en cuestión. Aun así, pide hablar con él en busca de sugerencias para sus nuevos destinos de viaje, ya que al conocer sobre las experiencias de viaje de Theodore de Bussières, ve en él una fuente de conocimiento que le puede ser útil.

Las conversaciones con Teodoro transcurrieron no sin diversas incomodidades para Alfonso, pues de vez en cuando, Teodoro dejaba de hablar de viajes para mostrarle las maravillas del catolicismo, le regalaba la Medalla Milagrosa de la Virgen María, y le contaba los increíbles milagros obrados a través de ella. A todo esto Alfonso responde con ironía, burlas, blasfemias, y acusaciones hacia la Iglesia Católica; diciéndole, además, que los milagros atribuidos a la medalla seguramente son objeto de mera superstición, fenómenos propios de gente ignorante y supersticiosa. Sin embargo, Teodoro no desiste, y tomando una Medalla Milagrosa en su mano, le reta a que la lleve colgada del cuello durante unos días, recalcando, de forma muy astuta, que no tendría nada que temer, pues como era un hombre ilustrado y sin ninguna superstición, por tanto, sería un simple objeto sin importancia y sin efecto. La reacción de Alfonso ante tan risible propuesta se relata de la siguiente manera:

“Confieso que la propuesta me sorprendió por su originalidad infantil. No esperaba esta ocurrencia. Mi primera reacción fue reírme, encogiéndome de hombros. Y acepté llevarme la medalla para comprobar la historia que le contaría a mi novia. Dicho y hecho. Me puse la medalla al cuello y me reí: “¡Ja, ja! ¡Ya soy católica, apostólica y romana!”. Era el demonio que profetizaba por mi boca” (Presencia, 2022)

Sin embargo, Teodoro iría más allá en su osadía, y le pidió que para completar el reto debía realizar todos los días la oración “Acuérdate” de San Bernardo de Claraval, también conocida como “ Memorare ”, y como parte de la estrategia para manipular su voluntad y decisión, volvió a aludir a la condición de Alfonso de hombre iluminado, docto y para nada supersticioso; en definitiva, no perdería nada con hacer algo tan aparentemente insignificante; “ Le dije: ‘Está bien. Prometo recitar esta oración, pues aunque no me beneficie, ¡creo que tampoco me dañará!’ ” (INFOVATICANA, 2017), le responderían.

Ante la aceptación, Teodoro le pide que comience por transcribir la frase en una hoja de papel. Alphonse acepta, y aunque la transcripción la hace de manera mecánica y sin prestar demasiada atención a lo que escribe, sin embargo la frase queda involuntaria y misteriosamente grabada en su memoria. Así, a partir de ese momento, y durante los días siguientes, como un goteo desesperado y continuo que no dejaba de hacer ruido en su cabeza, la oración le venía una y otra vez, la rumiaba durante todo el día a pesar de su gran disgusto y no podía sacarla de su mente por más que lo intentaba, un misterio que comenzaba a inquietarlo. De esta manera, los días transcurrieron y llegó el 20 de enero de 1842, el día de su conversión.

Después de una mañana rutinaria de desayuno, lectura y conversaciones con ciertas personas, Alphonse se reencuentra con Theodore de Bussiéres, quien lo invita a dar un paseo en su carruaje, era el 20 de enero de 1842. Durante el recorrido, pasando por la iglesia de " Sant'Andrea delle Fratte ", Theodore le pide a Ratisbonne que espere un momento dentro del carruaje, ya que debía ingresar a la iglesia para ultimar algunos detalles del funeral de un amigo muy querido, que acababa de fallecer. Este amigo era el conde Laferronays, un hombre al que Theodore había pedido en días anteriores que intercediera rezando el "Acordaos" por la conversión de Alphonse Ratisbonne, y así lo había hecho hasta su muerte. A pesar de que le habían indicado que esperara en el carruaje, movido por una extraña curiosidad, Alphonse decide bajarse y entra para ver la iglesia por dentro.

Mientras el joven de Ratisbona caminaba despreocupado por el interior de la iglesia, mirando de un lado a otro, e inspeccionando las características de su estructura, de pronto notó que todo a su alrededor comenzaba a desaparecer como por arte de magia. Alphonse, increíblemente sorprendido y sintiéndose en medio de un gran vacío, observa que un intenso y maravilloso resplandor inunda la capilla de San Miguel Arcángel, situada en uno de los laterales del templo. Es en ese momento que el joven entra en un profundo éxtasis y cae de rodillas, mientras ante sus ojos muy incrédulos, y en persona, sobre el altar, aparece Ella, la Santísima Virgen María, en la misma apariencia que la imagen que llevaba impresa en la medalla del desafío que colgaba de su cuello, la Virgen de la Medalla Milagrosa. El propio Alphonse relata con emoción el magnífico acontecimiento que cambió su vida:

“Volví mis ojos hacia la capilla radiante de tanta luz, y vi sobre el altar de la misma, de pie, viva, grande, majestuosa, bella y misericordiosa, a la Santísima Virgen María, semejante en gesto y forma a la imagen vista en la Medalla Milagrosa de la Inmaculada. Me hizo una señal con la mano para que me arrodillara. Una fuerza irresistible me empujó hacia ella y pareció decirme: ¡Basta! No lo dijo, pero comprendí. Ante esta visión caí de rodillas en el lugar donde me encontraba; intenté varias veces levantar los ojos hacia la Santísima Virgen, pero el respeto y el esplendor me hicieron bajarlos, aunque sin impedir la evidencia de aquella aparición. Mirando sus manos, vi la expresión del perdón y de la misericordia. En presencia de la Virgen, aunque no me dijo una palabra, comprendí el horror del estado en el que me encontraba, la deformidad del pecado, la belleza de la religión católica, en una palabra: comprendí todo” (Presencia, 2022)

Era el 20 de enero de 1842, día del encuentro definitivo; día en el que, junto a la conversión de este judío ateo y marcadamente anticatólico, se le concedería el carisma de la ciencia infusa. Pues la Madre de Dios, en aquel instante de esplendor y resplandor, con un solo destello, y sin emplear una sola palabra, imprime en el alma de Ratisbona la comprensión de todo el misterio de la salvación, llevándola a vislumbrar su culmen en Jesucristo y la perpetuidad de su acción salvífica a través de su santa Iglesia católica.

Al salir del éxtasis, profundamente conmovido, ante un Teodoro estupefacto que llevaba varios minutos a su lado, atónito al verlo de rodillas y bañado en lágrimas en un aparente éxtasis del que no lograba salir, Alfonso Ratisbonne pide ver a un sacerdote. Cuando es llevado ante el ministro, le cuenta conmocionado su experiencia: ¡Era Ella! ¡Era Ella!, dice emocionado y entre lágrimas, mientras señala la medalla. Este fue el paso inicial para ser acogido en el seno de la Iglesia.

Alfonso Ratisbonne se convirtió al cristianismo el 20 de enero de 1842. El cardenal Patrizi lo bautizó once días después, el 31 de enero de 1842. Poco después sintió la llamada vocacional a servir al Señor mediante el ministerio sacerdotal y fue ordenado sacerdote en 1847. Finalmente, fundó la Congregación de Nuestra Señora de Sión , cuyo carisma es trabajar por la conversión de los judíos al cristianismo.

¡Viva Cristo Rey!

¡Viva Nuestra Señora, la Santísima Virgen María!

REFERENCIAS CONSULTADAS:

● Imagen 1:
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/1/1a/Alphonse_Ratisbonne.jpg

● Imagen 2:
https://caballerosdelavirgenecuador.com/la-conversion-de-alfonso-ratisbona/

● Imagen 3:
https://presencia.digital/nuestra-senora-del-milagro-aparicion-de-la-virgen-maria-a-alf onso-de-ratisbona

● Imagen 4:
https://www.lasexta.com/viajestic/destinos/basilica-santandrea-delle-fratte-contamos-lo-que-se-conoce-como-santuario-de-la-madonna-miracolo_2023030764070c440308f80 0016b579f.html

● https://presencia.digital/nuestra-senora-del-milagro-aparicion-de-la-virgen-maria-a-alf onso-de-ratisbona

● https://infovaticana.com/2017/06/03/la-conversion-alfonso-ratisbona/

● https://m.virgendelamedallamilagrosa.com/alfonso.html
https://www.aciprensa.com/recurso/2395/conversion-de-ratisbone

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